Si algo nos ha enseñado la pandemia, es que unos de los pilares de la sociedad es la sanidad. Cuanto más mayor sea la inversión en Sanidad Pública, mejor será su estado.
Hoy 24 de noviembre es el Día del dietista -nutricionista.
Y en España, los nutri y dietistas nos dedicamos a reivindicar la necesidad de incluir nuestra figura dentro de la Sanidad Pública. Resulta que somos trabajadores esenciales porque somos sanitarios, pero no pertenecemos estamos incluidos dentro de este régimen. ¿Alguien me lo explica?
Una sociedad sana – y no me refiero al IMC (índice de masa corporal), ni a datos basados en el peso como único indicador de salud, que por otro lado no lo es, aunque… ese melón mejor lo dejamos para otro día – es una sociedad que enferma menos, que requiere menos gasto en medicinas, con tratamientos menos prolongados, cuenta con menos ingresos hospitalarios y, si los hay, más cortos.
En un estudio, realizado por el Colegio de dietistas -nutricionistas de Cataluña (Codinucat) en 2019, se estima que la incorporación de la figura del dietista nutricionista en la Sanidad Pública, supondría un ahorro del 500% del gasto sanitario.
Es increíble que España sea el único país de la Unión Europea donde esta figura profesional no está incluida en la Sanidad Pública. Parece que lo que nos gusta ser los outsiders europeos… En fin, amigos, más de lo mismo, esto es España.
Estar fuera de la Sanidad, hace que nuestros servicios solo sean accesibles desde el ámbito privado, lo que no es justo y, además, da cabida a mucho intrusismo profesional que acaban pagando los pacientes, y no hablo de lo económico, precisamente.
Puede parecer que, el intrusismo es un problema para nosotros como profesionales, que lo es. Pero, las consecuencias más graves las sufren los usuarios que acuden a ellos. Ponen su salud en manos de gente no formada y esto, acaba repercutiendo de nuevo en la sanidad de todos, y como no podía ser de otro modo, en la economía.
Es tal el desconocimiento de nuestra profesión, que una gran parte piensa que solo nos dedicamos al adelgazamiento y a pesar a nuestros pacientes. Como si hiciéramos un tallaje, para saber si eres apto o no, para cumplir con el servicio militar (lo siento por la referencia, pero soy hija de los 80).
Algunas de las funciones que yo cumplo como nutricionista son estas:
- Enseñar a comer, parece increíble pero no sabemos. Reivindico una asignatura de Nutrición en los colegios. No es posible que aprendamos a hacer derivadas y no sepamos alimentarnos bien.
- Enseñar hábitos saludables para nuestro cuidado.
- Alimentación en pacientes que padecen un trastorno del comportamiento alimentario.
- Establecer una relación más sana con la comida, sin juegos morales de bueno-malo, basados en la culpa.
- Enseñar a a leer etiquetados.
- Planificación de menús saludables.
- Alimentación adecuada a patologías: diabetes, hipertensión, hipercolesterolemia, anemia…
- Alimentación para vegetarianos y veganos.
- No trabajar desde un peso, si no desde la salud integral. Luchar contra los cánones de belleza establecidos y contra la cultura de la dieta.
- Alimentación en pacientes que se han sometido a cirugía bariátrica (antes y después de la misma).
- Enseñar alimentación consciente, aprender a comer desde el estómago y no desde la cabeza.
- Establecer un modo de alimentación más intuitivo, basado en la escucha corporal.
- Alimentación en las diferentes etapas de la vida: embarazo, lactancia, menopausia, senectud…
- Transición de una alimentación omnívora a una vegetariana o vegana.
Creo que nuestra labor, además de ser esencial, es necesaria, sobre todo porque en los países desarrollados las tres cuartas partes de las enfermedades están relacionadas con la alimentación.
Ojalá dejar de ser solo esencial en la teoría y ser un básico de la salud en la práctica. Mientras tanto, no nos queda más que luchar para dejar de tener una Sanidad Pública desnutrida.